martes, 10 de febrero de 2015

El trasfondo del asesinato en Villa Banana
El lunes 2 de febrero un reconocido narco y sicario asesinó a un joven que defendió a su familia ante los abusos de violencia y robos en Villa Banana. Se trata de ‘Pandu’, quien tiene un largo recorrido criminal por la zona Oeste de Rosario y se encuentra prófugo. Poco hace la policía por encerrarlo mientras los vecinos temen y deciden mudarse. ‘Wititi’, otro reconocido soldadito de ‘Pandu’, se encuentra detenido por el hecho.

Por Indymedia Rosario - Javier Barquilla tenía 37 años, 3 hijos y era esposo de una militante de la organización CUBa-MTR que desarrolla tareas sociales en Villa Banana. Fue asesinado de cuatro balazos cuando intentó defender a una su cuñado y otra militante barrial, quien hoy teme por su vida. 

Desde fines del 2014 y en consonancia con el repliegue de Gendarmería en la zona oeste, empezó a cambiar el clima. Se incrementaron los arrebatos, vecinos nuevos con prontuario policial y el regreso de Pandu a recuperar su territorio. Igual situación se vivió en Barrio Las Flores con la reciente aparición del padre del Pájaro Cantero, lo que derivó en un enfrentamiento a tiros para impedirle nuevamente la posición de la zona. Elemento que demuestra que la presencia de las fuerzas federales replanteó momentáneamente ciertos aspectos del funcionamiento narco sin desarticularlo, lo que hace que ante su partida, se vuelva a la disputa de poder por el negocio tiñendo de sangre las calles de las barriadas. 

LOS HECHOS

Todo comenzó alrededor de las 18.30 horas del lunes 2 de febrero, cuando Cristian, vecino de Soledad Guzmán, militante social de la CUBa-MTR, escuchó que los que le robaron hace unos días en la cuadra de su casa estaban festejando y burlándose por lo que le habían sacado. Entonces, el hombre salió a reclamarles. A raíz de ello cinco personas más se sumaron y empezaron a tirar piedrazos, generándose una gresca. En ese momento, el cuñado de Cristian, Javier Barquilla, intervino, haciendo que el primero se vuelva a su casa.

Soledad estaba junto a Barquilla cuando escuchó la voz de Pandu y vio que Cristian huyó en una moto. Con temor, se metió corriendo a su casa desde donde escuchó cuatro disparos. Posteriormente se enteró que el destinatario de los mismos fue Javier. La joven intentó esconder a sus hijos, pero pateando la puerta, armados y preguntando por Cristian ingresaron Pandu y Wititi a los gritos en su vivienda.  En ese momento su hija de 7 años salió a la puerta a pedir auxilio, pero fue interceptada por los sicarios, quienes le apuntaron en el pecho. Soledad se metió en el medio y pidió de rodillas que no la maten. La pequeña se desmayó del susto. Posteriormente llegó el marido de Soledad, que también fue apuntado en la cabeza y prepoteado por Pandu. Logró salvarse porque varios vecinos salieron a defenderlo.

Javier Barquilla fue socorrido por una ambulancia del SIES y murió a las 6 de la mañana del día siguiente en el Hospital de Emergencia HECA producto de las heridas provenientes del arma de fuego que manipulaba Pandu.  Soledad se tuvo que ir de la casa ante el miedo de que los narcotraficantes cumplieran con la amenaza de violar y matar a su hija y a ella. En la Comisaría 13° intentaron trasladar su denuncia a la Comisaria 19°, en la fiscalía de turno en una primera instancia atendieron en caso Barquilla, pero recién al día siguiente pudo radicar la denuncia. “Tengo miedo y sé que al hacer esto tengo comprada mi muerte”, afirmó Soledad.

Al momento, la militante se encuentra escondida ya que en la casa de sus padres donde pensó radicarse apareció un grupo de encapuchados buscándola y exigiendo que levanten la denuncia. De lo contrario, amenazaron con matarla.
“En el barrio volvió el miedo y está todo muy confuso porque víctima y victimario están en el mismo barrio”, expresó Ivan Moreyra, dirigente de la CUBa-MTR.

LA IMPUNIDAD DE PANDU Y WITITI

Nelson A. es Pandu, quien también lleva otros seis sobrenombres más, tiene 30 años y es oriundo del barrio Las Flores y hace cerca de dos años que encuentra asentado en la Villa Banana porque, según dicen los vecinos, ya no puede volver a su zona por problema de ajustes de cuentas en relación a la narcocriminalidad.

Su actividad es la venta de drogas o pagarles a los pibes en el barrio para que roben para él. Este sicario cuenta en su haber con 9 homicidios, incluido el  de Barquilla. Los vecinos le temen porque dicen que tiene conocidos en las comisarias 13° y 19° y que “hace lo que se le antoja”. Según los relatos del barrio, es una persona que se maneja tanto con autos de alta gama como con motitos y autos que se caen a pedazos, y siempre está con gente alrededor suyo que anda en combis y con la que suele llegar al barrio de esa forma.

Por el momento Nelson A. se encuentra prófugo de la Justicia acusado de ser el autor material del asesinato de Javier Humberto Barquilla. También cuenta con 3 pedidos de captura y según denuncian, paga para tener la impunidad que tiene. “Agarra a pibes desesperados que no tienen futuro y los convierte en soldaditos y carne de cañón para sus negocios”, afirman desde el oeste.

Rodrigo B. o Wititi de 18 años antes vivía por la zona de calle Lima y la vía donde era reconocido por formar parte de una banda denominada Los Cuatreros, dedicada a robar caballos y hace dos años le mataron un hermano por un ajuste de cuentas. Es cuñado de Pandu y acompañante en  actividades delictivas.

En la actualidad dicen los vecinos que estaba viviendo en tres casas sobre Rueda y Felipe Moré donde se había metido ilegalmente y expulsando violentamente a los verdaderos habitantes de los inmuebles. Pero luego se mudó a Amenábar y la Vía adyacente a Felipe Moré, donde la policía allanó y encontró elementos robados.

En el tiroteo del 2 de febrero, Rodrigo B. resultó herido en la espalda, por lo que acudió al Hospital Carrasco, donde fue detenido. Actualmente permanece en prisión preventiva sin plaza, dictada por el Juez Hernán Postma e imputado por el fiscal de la Unidad de Homicidios como partícipe del asesinato de Javier. Cuenta en su haber con varias denuncias por otros hechos delictivos.

LA TÁCTICA Y METODOLOGÍA
No se puede hablar de Pandu como un personaje de la excepción en términos de criminología. Hay cientos de “Pandus” en Rosario y son encargados del trabajo sucio que no hacen otros actores de la narcocriminalidad. Esos a los que no se busca, no se detiene y son, como se dice, quienes cortan el bacalao.

En el contexto actual de la ciudad la metodología para financiarse económicamente es la  de violencia y robo provocativamente para generar conflictos y luego acusar a quienes toman revancha para justificar la venganza con el incendio de la casa y hacer posesión de la misma. Luego de esto se utiliza la vivienda para instalar un búnker de drogas, venderla, o ser ocupadas por integrantes de estas bandas delictivas.

Otra cara del perfil de estos grupos es la ‘beneficencia’ donde se hacen festejos del día del niño y se regalan juguetes, como lo hace “La banda del Junio” que maneja el territorio por la zona de Villa Pororó y Bella Vista Oeste.

LA POLICIA Y LA JUSTICIA

Según cuentan los vecinos tanto en la Comisaria 13° como en la 19°,  Pandu y Wititi tienen conocidos y un amparo que les permite actuar con impunidad.  Para Soledad “la policía se nos ríe y me tuvieron desde las 21 horas hasta las 5 de la mañana”. En el transcurso de su estadía por la Comisaría, no azarosamente la joven se cruzó frente a frente a Wititi, quien estaba acusado de intentar matar a su hija momentos antes.

La organización CUBa-MTR pedirá una audiencia al gobernador Antonio Bonfati y responsabilizan al gobierno provincial si algo le sucede a algún integrante de organización. Por eso también se movilizan este lunes a las 10 horas en Tribunales Provinciales.

LA CUBA-MTR Y COMUNIDAD REBELDE

Desde diciembre de 2012 a la fecha, las calles de Virasoro, Rueda y la Vía de Villa Banana son símbolo de una ‘comunidad rebelde’. Ese nombre se le puso al centro comunitario que levantaron los vecinos donde funcionaba un búnker de drogas, luego de demolerlo y expulsar a los narcotraficantes del barrio. Allí la organización apostó muy fuerte en lo social, a pulmón y sin aportes estatales. Talleres para chicos, una  bioconstrucción de material reciclado, agricultura artesanal, actividades como el tradicional festejo de agosto, son parte de las actividades que se desarrolla en el barrio del oeste rosarino.

Soledad Guzmán es referente de la Coordinadora de Unidad Barrial y Movimiento Teresa Rodríguez en villa Banana. Ella como tantos otros vecinos dieron un vuelco a sus vidas a emplear lo cotidiano de su vida a la lucha por la dignidad de los social, lo laboral y educativo. Esa militancia hizo nacer con lucha y decisión al Centro Comunitario Comunidad Rebelde en el lugar donde antes había un búnker de drogas.

Pero ahora, como relata Ivan Moreyra, dirigente de la organización social CUBa-MTR se está complicando el trabajo cotidiano por la situación y es por ello que para seguridad de los compañeros se detuvo la construcción edilicia del Centro y del Potrero Rebelde.

Para la CUBa-MTR, el desarrollo de esta metodología implica la necesaria connivencia del poder político y la policía.  Según expresó Moreyra, “hoy por hoy no estamos preparados como organización para enfrentarnos contra estos personajes”. Agregó que “acá estamos en un punto de inflexión donde se pone en juego el rol de la organización social porque ya las marchas y los pedidos de justicia quedan cortos y la injusticia va ganando terreno día a día”.

“Acá no hay ausencia del Estado sino que hay una presencia muy fuerte del Estado a través de sus fuerzas que son cómplices y esto es una situación muy real”, denunció el joven.

Por el momento, Soledad se mantiene a resguardo con un protocolo de seguridad con otros integrantes del movimiento. Además del temor, las vidas robadas y modificadas por el accionar de las bandas, esta situación impide el desarrollo de las organizaciones populares que son las únicas que en los barrios ofrecen una alternativa a la pibada. “En el caso de Comunidad Rebelde paramos todo con los arquitectos porque no podemos continuar, igual es el caso del Potrero Rebelde donde habíamos colocados la iluminación y estábamos avanzando constantemente”, contó Moreyra. 

Una postal más de la desigual y violenta disputa de los narcos con los vecinos organizados. Tiempos de cambio que no fueron buenos en una ciudad que cada vez se aleja más de la normalidad. Un caso testigo de la Argentina que no crece, sino que muere de la mano de la impunidad, la desidia, la violencia y la cada vez más impúdica connivencia de los diversos poderes y niveles del Estado con el narcotráfico.

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