miércoles, 16 de abril de 2014

Lo que al Indio no le importa pero a mí sí

Cuando era chico no me gustaba la música. No me interesaba y el hecho de que a mi hermana sí (claro, ella era 2 años mayor) hacía que me gustara menos. Tema de “rivalidades” de hermanitos, ♫bravos muchachitos♫, supongo. Así fue hasta que un día, en la casa de un amigo, escuché unos temas de un tal “Patricio Rey y sus redonditos de ricota”.

Mi amigo era hijo de padres separados, y el viejo, que vivía en Buenos Aires, le había mandado 2 discos: “Gulp” y “Un baión para el ojo idiota”. “Haceme ya una copia de eso” le dije. Había algo en ese ♫¿Cómo no sentirme así?♫ de “Todo un palo”, en ese ♫A brillar mi amor♫ de “La bestia pop”. Había algo en esa ♫música para pastillas♫.

Ahí, recién ahí, me interesó la música y quise tener un radiograbador en mi cuarto. Después, mi hermana, aquella “enemiga” de la infancia, al ver mi interés por esta banda, me prestó un cassette con “Lobo suelto, cordero atado”. Nunca se lo devolví. Al poco tiempo le caí a mi tío, que tenía un vinilo de “La mosca y la sopa”. Yo no tenía tocadisco, pero pude pasarlo a cassette también. Así empezó todo. ♫El lujo es vulgaridad dijo, y me conquistó♫.

Esta historia que te estoy contando al Indio no le debe importar, capaz que a vos tampoco. Pero para mí es esencial, es parte fundamental de mi vida, de lo que fui y lo que soy.

El sábado pasado estuve en Gualeguaychú. Desde aquellos primeros cassettes pasaron recitales de Los Redondos, del Indio, de Skay Beilinson, de Sergio Dawi con 2saxos2 y con Semilla Bucciarelli, y hasta la última noche fundamentalista con Sbaraglia, Benegas y Hernán Aramberri. Pero más que nada, pasaron años de ♫sienes ardientes♫ escuchando “Los Redondos” solo o con mis amigos, un montón de fiestas y cumpleaños con pogos inolvidables, horas y horas de audios y videos que empañaron mis retinas y estremecieron mi alma. Años en que soñé que se volvieran a juntar.


Después de todo eso, el Indio me dio la chance de volver a disfrutar a casi toda la ♫orquesta antibalas♫ otra vez en un escenario. ¿Pensás que me iba a importar tener que caminar kilómetros hasta el show? ¿Que hubiera barro y charcos de agua? ¿Que tuviéramos que apretujarnos para entrar y salir? ♫¿A quién le importa toda esa guinda?♫.

En estos días, mucho se habló de que al Indio no le importamos sus fanáticos, pero nadie se puso a pensar qué es lo que nos importa a nosotros. Yo, y seguramente los otros 169.999 que fueron a Galeguaychú, queremos que el Indio siga sacando discos y siga tocando en vivo. No pedimos más. Yo quiero que me siga emocionando con sus canciones y que me siga dando la chance de poder volver a su encuentro. Después, si ♫el barro se hace cruel, nos viene a sepultar♫, si el Indio paga impuestos o no, realmente no me importa.

La otra vez el Indio iba tocar en el Estadio Malvinas Argentinas de Mendoza. Las 50 mil entradas se agotaron en horas. La gente que no consiguió se quería morir. El Indio y su organización gestionaron un lugar más grande para que nadie se pierda el ♫rock and roll del país♫. Menos mal que no le importamos.

Vos podés decir que lo hizo para juntar más guita, pero con ese criterio, perfectamente podría tocar en un lugar la mitad de grande, seguramente con muchas más comodidades, y cobrar el doble la entrada. Recaudaría la misma plata, porque se llenaría igual. Creeme, hasta el más ♫roto y mal parado♫ consigue la plata que sea para ir a ver al Indio. Venden lo que sea, sacan la entrada y van a dedo. Si alguna vez hubieras visitado una ciudad (ni te digo ir al recital) copada por los “ricoteros”, sabrías de lo que hablo. El Indio quiere que nadie se quede afuera. Menos mal que no le importamos.


En sus recitales, la seguridad la pone la organización. No ves un solo policía. Sabido es que las relaciones entre “los ricoteros” y el “terror azul” no son las mejores. Entonces la organización se encarga de contratar gente común (como vos, como yo), para que controle a las masas. Menos mal que al Indio no le importamos. ¿Y qué pasa? Nada, ni un lío. Y eso a muchos medios les revienta. Están deseando que se pudra todo porque para ellos ♫siempre hay que ubicarla, a la vieja muerte, en algún rincón del hogar♫.

Quizás les moleste la felicidad ajena, especialmente cuando se trata de hacer feliz a mucha gente a la que la sociedad le dio la espalda. Quizás les moleste que el artista más exitoso de su país nunca haya querido salir en su ♫divina tv führer♫. Qué se yo.

Yo a vos no te pido que entiendas este fenómeno. Yo no entiendo que haya gente que le guste Tan Biónica, que pague fortunas por ver a un beatle en decadencia, o que crea que un boludo que rompe un auto en un videoclip es un ícono contra el sistema. Pero si eso les hace feliz, me alegro. Lo aplaudo y lo respeto. Después de todo, ♫la buena felicidad, dicen que no se nota♫.

A mí las sensaciones que me genera el Indio Solari con su arte son únicas y por ende, intransferibles. Te diría que son lo más parecido a las que provoca el amor. Y cuando las podés compartir con ♫la mujercita que amás♫, como yo el sábado pasado, realmente no te alcanza el alma para meter tanta felicidad.

En definitiva, al tipo que hace feliz a 170.000 personas de todas las edades no se le puede reprochar nada. Como dijo Deborah Dixon cuando terminó de cantar “Blues de la Libertad”: “Él es todo”. Mejor descripción, imposible.

Gracias Indio. Siempre serás ♫mi único héroe en este lío♫, ♫ladren lo que ladren los demás♫.

FUENTE: Publicado por Mr. Baru en 16:50

No hay comentarios :

Publicar un comentario